La era del nuevo proteccionismo y la Revolución Digital
En los últimos diez años ha habido una tendencia creciente a la adopción de políticas industriales en países desarrollados y en desarrollo. Según un estudio reciente de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas inglés), 2018, en los últimos cinco años, 84 países que dan cuenta del 90% del PIB mundial adoptaron estrategias de desarrollo industrial. Destaca que la naturaleza de esas políticas es considerablemente más variada y compleja que las políticas industriales tradicionales, las cuales fueron, por lo demás, relegadas o descartadas en gran medida desde fines de los años ochenta en los países de occidente.
Las circunstancias actuales requieren una búsqueda original de políticas públicas en varios planos para alentar al sector productivo en un país como México.
Hay dos corrientes poderosas y encontradas que coexisten e influyen sobre el sector productivo mexicano: (1) las fuerzas proteccionistas anti-globalizantes que surgen desde Estados Unidos con el fin de reducir el enorme déficit externo que experimenta. Paradójicamente, este giro, contrario al libre comercio, es facilitado por el avance tecnológico que comienza a hacer redituable repatriar procesos productivos que habían sido desplazados al exterior para aprovechar los bajos costos de la mano de obra. (2) Las fuerzas que facilitan e impulsan el libre flujo de información a nivel global y que pueden hacer vulnerables a empresas e individuos por la manipulación de sus datos. Esta enorme cantidad de información se transmite a través de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) y el Internet, pero son las tecnologías digitales más recientes, es decir, Internet de las Cosas (IoT), computación en la nube, Big Data, Inteligencia Artificial (IA), Blockchains, etc., las que comienzan a cambiar profundamente la forma en que operan la economía y la sociedad.
El procesamiento masivo de datos y los algoritmos permiten mejorar procesos productivos, la salud, la educación, la bancarización, pero también ayuda a grandes empresas globales a asimilar y utilizar la información personal para dominar el comercio de bienes y servicios. Con esta información, estas corporaciones gigantes proveen a los consumidores mundiales directamente, sin intermediarios, productos y servicios que desean y/o se les convence que necesitan consumir.
¿Cómo puede un país como México hacer frente a estos profundos cambios tecnológicos sin ser perjudicados por ellos y a la vez aprovechando su potencial para su desarrollo económico y evitar una “desindustrialización prematura”?
Fuerzas proteccionistas y cómo aprovechar la Cuarta Revolución Industrial:
La nueva tecnología está socavando los cimientos del modelo de desarrollo “hacia afuera” que se había implementado en México desde los años ochenta, con la inserción en las Cadenas Globales de Valor (CGV) tanto en manufactura (confección, automotriz, electrónica, aeroespacial) como en servicios con orientación a las exportaciones (call centers, BPO, etc.). Este modelo ha incluido también la producción y exportación de productos energéticos –petróleo, servicios como turismo, entre otros‒. Aunque con resultados decepcionantes en términos de crecimiento económico y superación de la desigualdad social, dentro de este modelo había un claro indicio de los parámetros a seguir y las políticas públicas (o la ausencia de ellas) que alentaban este camino.
Actualmente, si bien éste sigue siendo el modelo dominante, hay una gran incertidumbre en cuanto a la ruta futura. A ciencia cierta no se sabe qué ocurrirá con las CGV, pero en el presente parecen debilitarse desde tres ángulos diferentes, especialmente en los eslabones intensivos en trabajo en los que México suele insertarse. Si observamos al sector automotriz, el más importante de los sectores de manufactura de exportación de México, vemos: primero, que hay un proceso creciente de automatización y robotización de la producción, lo que ahorra fuerza de trabajo, tanto en las empresas ya existentes, pero más aún en las nuevas, reduciendo empleo o creando menos de lo que tradicionalmente era el caso en este sector. Por ejemplo, la inversión de mil millones de dólares que acaba de hacer BMW en San Luis Potosí tiene una automatización del 95% del proceso productivo (El País, 07/06/2019). Segundo, los cambios en tecnología también implican una simplificación en la producción de partes para los automóviles. A través de la tecnología de impresoras 3D, por ejemplo, por su mayor versatilidad, una sola pieza puede contener varios componentes que originalmente se fabricaban en forma separada y había que ensamblar, lo que irá disminuyendo el valor del ensamblaje dentro del producto total. Tercero, la innovación tecnológica en los países de origen está volviendo atractivo repatriar procesos productivos que hasta hace poco no eran redituables (motivo por el cual se habían trasladado a terceros países, especialmente por los bajos costos del trabajo). Ello ocurre no sólo a través de la robotización en los países industrializados, sino también mediante otras tecnologías como las impresoras 3D, o manufactura aditiva, que les permite producir a menor escala, cerca de los mercados de destino, con un uso muy limitado de mano de obra y con procesos más simples de producción.
Ante estas tendencias, es necesario que la política industrial actúe en varios frentes a la vez. Los esfuerzos por escalar por las CGV hacia segmentos de mayor valor agregado, es ahora más importante que nunca porque dichas cadenas están reduciendo la participación de la fuerza de trabajo, especialmente la menos calificada. Es necesario que el capital humano de estas empresas, pero también en toda la economía, pueda operar tecnología computarizada y adquiera otras destrezas que les permita ubicarse en labores más sofisticadas dentro de las empresas.
A la vez, es un momento importante para aprovechar la nueva tecnología para generar sectores productores de bienes y servicios en baja escala que puedan surtir el mercado interno (sin descuidar el externo). Éste puede ser el caso de la tecnología de impresoras 3D que requiere mucho menor inversión en capital fijo que las empresas manufactureras tradicionales, y es redituable en la producción a baja escala, necesita pocos insumos y es sumamente flexible, pues al basarse en un software específico para producir cada objeto, la misma infraestructura puede servir para generar una diversidad de ellos.
Tanto o más importante es el uso de software libre o de código abierto por parte de países en desarrollo para poder generar sistemas tecnológicamente más avanzados de producción sin tener que pagar patentes caras para ese fin. Estas fuentes de software están crecientemente disponibles y pueden aprovecharse. Asimismo, sería importante alentar la asociación para innovaciones disruptivas entre startups digitales e industria tradicional, como ha ocurrido en la India, en la banca y en el sector salud.
Políticas públicas en la era digital
Para vislumbrar las oportunidades y los peligros que presenta la tecnología digital para países en desarrollo, es necesario distinguir entre la etapa inicial de esta tecnología y la más reciente ola de innovación dentro de ella. El desarrollo inicial de las TIC y el internet generaron una vía de conectividad, formación de redes e intercambio de información sin precedentes y libre, del que han llegado a disfrutar la gran mayoría de la población y las empresas a nivel mundial. Así, las TIC, el internet y el software vinculado a ellas son ya una infraestructura global y de acceso casi universal, con lo cual resulta indispensable en casi todas las actividades. Los países en desarrollo necesitan ampliar y mejorar la calidad de ellos si quieren cerrar la brecha con los países industrializados.
El sector de inteligencia digital es una capa adicional que se monta sobre la anterior, pero funciona con otra lógica: la información es esencialmente local y se busca tenerla en la forma más específica posible. Si se trata de monitorear a los ciudadanos afectados por desastres climatológicos, o de detectar la propagación de enfermedades contagiosas geográficamente, por poner sólo dos ejemplos, este tipo de información no puede ser más útil. Pero empresas como Amazon y Alibaba recolectan información personal para hacer una reingeniería de mercados completos que llegan a controlar digitalmente en forma monopólica. Estas empresas penetran toda la cadena de valor desde la manufactura, la logística de almacenamiento y distribución y pago de los productos o servicios. Es decir, una información que captan libremente, la privatizan para su uso como negocio y generan un mercado cautivo en el que pueden hacer enormes ganancias, por lo que las grandes plataformas digitales que crean no son simples e inocentes bases de compra-venta de productos (Parminder Jeet Singh, IT for Change, UNCTAD, 2018).
Los países en desarrollo están expuestos a esta nueva forma de hacer negocios de muchas maneras. Una de ellas es que su población se convierte en usuaria de estos bienes y servicios que le son surtidos directamente. Indudablemente a los consumidores les abre el acceso a una gama muy amplia de ellos y atienden sus necesidades individuales gracias al acceso a la información personal que tienen. Estas empresas se basan en Estados Unidos o China, pues ahí se concentran la gran mayoría de estas enormes empresas que utilizan la inteligencia digital, y desde allí destruyen toda una economía local que antes fungía como proveedora de sus habitantes. Muchas empresas operan también localmente en estos países, como Uber, Uber Eats, Didi, Rappi y generan empleo localmente, bastante precarios, mientras las ganancias obtenidas salen del país.
Los países como México tienen un potencial mucho mayor del que han aprovechado en el área de inteligencia digital y se requiere una serie de políticas públicas para lograrlo. El gobierno tiene que dar pasos del mismo modo que lo hizo para el montaje de la infraestructura de TIC, sólo que ahora es necesario construir la infraestructura de datos locales a gran escala. Pero en este caso es súmamente importante contar con una muy buena regulación en el uso de la información, y del comportamiento de las empresas y sus plataformas digitales. En cuanto a los datos, deben protegerse los derechos de privacidad y su propiedad. Las políticas públicas deben considerar también cómo obtendrán los fondos requeridos para realizar todas esas inversiones necesarias en esta nueva era digital. Ello conduce a pensar cómo pueden los gobiernos aplicar impuestos a los gigantes tecnológicos que hacen uso del mercado local y su información sin prácticamente pagar impuestos, así como qué hacer con el desplazamiento de mano de obra por robots, mismos que tampoco pagan impuestos. Es decir, es necesario repensar también la política fiscal en función de esta nueva era digital.
La combinación de factores que conforma nuestra nueva realidad requiere un cambio de mentalidad; implica replantear la forma de tomar decisiones en políticas públicas y exige una cercana colaboración público-privada para emprender las transformaciones necesarias y ubicar al país en los nuevos parámetros del desarrollo industrial.