Los beneficios que ha traído la pandemia del COVID-19
Laura Trujillo Liñán
Dilemas, medios y tecnología
El COVID-19 llega en una época muy distinta a las que se vivieron en las pandemias y plagas anteriores. En los últimos años del siglo XX y los inicios del XXI se ha puesto un interés especial en la tecnología, de hecho, Luciano Floridi en su The Fourth Revolution (2014) afirma que, el hombre se ha hecho a un lado para poner primero a la tecnología, esto es, el antropocentrismo deja de existir para dar paso y dar prioridad a los datos, los algoritmos y las computadoras. Nunca antes se había visto una situación similar, el interés del hombre, no por el hombre sino por el progreso a través de la tecnología. A pesar de esta situación, me parece que el ser humano sigue siendo el centro pues, la tecnología es una herramienta que le permite mejorar su vida, sus procesos, sus actividades. Esto lo vemos en la manera que se usa la tecnología y en los proyectos que se tienen con la misma, por ejemplo, Calico, un centro de investigación iniciado por Google en 2011 para entender la biología de la edad y las enfermedades relacionadas con la edad, asimismo, se enfoca en buscar alargar la vida del hombre atacando estas enfermedades.
La idea de Calico es usar la tecnología para descubrir la cura a una enfermedad, tan vieja como la historia del ser humano, pero apenas descubierta: la muerte. Y es que para Calico, la muerte debe ser vista como una enfermedad y no como erróneamente se le ha visto por erratas de percepción: “el fin de la vida” (CALICO, 2021). El desarrollo del Machine Learning, la Inteligencia Artificial y los robots, que de igual manera buscan mejorar la vida del hombre a través de nuevos dispositivos y “seres” (robots), que podrán hacer actividades que antes hacíamos nosotros para dar más tiempo libre a los hombres o dejarnos otras actividades que requieren de las capacidades humanas.
Ésta es la nueva época en la que el ser humano se sentía seguro de sí mismo y con la capacidad de dominar al mundo y, entonces, una diminuta partícula nos hace volver los ojos a la humanidad y a nuestras limitaciones, nos hace ver que aún no hemos dominado a los seres más pequeños, imperceptibles a simple vista y que incluso, no pueden vivir por sí mismos sino que, necesitan de un host para poder replicarse.
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Imagen: BBC.
Es posible que esta época sea recordada como una época oscura en la historia de la humanidad y que, como en muchas otras pandemias, se resalte el tipo de virus o bacteria que causó tal desastre, así como los esfuerzos que se hicieron por detenerla, pero a mí me gustaría resaltar dos puntos relevantes de este momento. En primer lugar, el avance tecnológico que se dio a causa de la pandemia, muchas empresas en todo el mundo tuvieron que cerrar o limitar sus labores para evitar la muerte de sus empleados y a partir de esto, tuvieron que desarrollarse nuevas alternativas para poder desarrollar algunas labores básicas, en el ámbito de la educación, por ejemplo, el uso de clases en línea, plataformas de videoconferencia, herramientas digitales para que los niños pequeños aprendieran sin salir de casa.
Esto ha sido uno de los grandes efectos del COVID-19 en la sociedad y, en segundo lugar, esta pandemia ha logrado reunir a las familias y nuevamente, preocuparse por los otros. Antes del COVID-19 se vivía una descentralización de las familias, en este sentido, gracias a la tecnología, los hijos no tenían que buscar a los padres para conseguir dinero o consejos porque la tecnología permitía poder comunicarse unos con otros a través de llamadas por celular o mensajes de texto, asimismo, era posible enviar dinero a través de un mensaje o con una simple aplicación, esto hacía que la vida de padres, hijos, familiares pudiera seguir aún estando separados, pero la pandemia ha logrado lo que nadie hubiera podido lograr, los hijos están en casa todo el tiempo y los padres con ellos y esto es muy importante; nuevamente están todos en casa y las relaciones humanas vuelven a ser lo que naturalmente fueron, una interacción de manera presencial. Quizá algunos de ustedes pueden afirmar que las relaciones humanas pueden darse incluso en línea, y es cierto, pero, no es lo mismo, ver los gestos, las emociones en la persona, no es lo mismo que mandar un mensaje, de hecho, muchos coinciden en que hay personas que parecen muy frías cuando mandan mensajes y no así cuando hablan por teléfono.
Hoy, gracias a la pandemia, no sólo estamos juntos en familia, sino que hemos desarrollado un instinto de protección y de supervivencia para cuidar a los otros; hemos regresado a nuestros orígenes; se nos obliga a usar máscara para salir de casa y lo hacemos por miedo a contagiarnos, pero sobre todo, por miedo a contagiar a nuestros seres queridos se nos obliga a no visitar a nuestra familia y lo hacemos, por amor a ellos, porque ahora el centro no soy yo, sino ellos; tenemos miedo no a morir sino a que mueran otros por nuestra causa.
El hombre del COVID-19 se ha movido del centro para poner al otro, gracias a la pandemia nos hemos reencontrado con un ser imperfecto y limitado pero que, ha recuperado, el amor y el sentido de cuidado hacia la humanidad.