Opinión

Elección 2018: el modelo mexiquense del PRI

Por/José Gil Olmos

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Enrique Peña Nieto y el PRI están dispuestos a ganar la elección del 2018 sin importar cómo hacerlo y tampoco el costo social que implicaría. Para ello tienen el control de las principales autoridades electorales y judiciales: el INE, el TEPJF, la PGR y la FEPADE, con las cuales pretende detener cualquier intento de impugnación.

También cuentan con todo el dinero de las arcas gubernamentales que habrán de usar sin ningún prejuicio para coaccionar o comprar el voto necesario y obtener una victoria en junio del 2018.

 

El PRI y Peña Nieto quieren aplicar el “modelo mexiquense” a través del cual impusieron a Alfredo del Mazo con un operativo de Estado.

Dicho modelo consistió en la pulverización del voto mediante acuerdos con el PAN y PRD, principalmente, para restarle votos a la candidata de Morena Delfina Gómez. “Divide y vencerás”, dice el adagio popular.

Al mismo tiempo, desde el gobierno de Eruviel Ávila y de la propia presidencia de Enrique Peña Nieto movieron toda la estructura gubernamental y usaron los recursos financieros de los programas sociales para impulsar la imagen de Alfredo del Mazo.

Seis meses antes de la elección, todos los secretarios del gobierno federal visitaron hasta 17 veces la entidad mexiquense para repartir dinero a través de los programas de asistencia social. Lo mismo hicieron los funcionarios estatales.

Para amarrar el triunfo de Del Mazo hubo compra de voto en las zonas rurales donde se definió el proceso electoral, según los resultados que se obtuvieron, mientras que en el Instituto Electoral y en el Tribunal Electoral pusieron a funcionarios que respondían más al PRI y al gobierno que a la ciudadanía.

También se dedicaron a controlar a la prensa a través de los convenios de publicidad de millones de pesos o directamente con la entrega de dinero a los reporteros para que avalaran ante la opinión pública el triunfo de Del Mazo.

Con dinero y el control de todas las instituciones gubernamentales, judiciales y electorales, el PRI no tuvo ningún problema para ungir a Del Mazo como gobernador, legalizando un tipo de fraude tan ominoso que fue fraguado desde las más altas esferas del poder político, con la complicidad de empresarios, la jerarquía católica y otros grupos de poder.

Este modelo de elección de Estado es el que el PRI y Peña Nieto quieren aplicar para el 2018: pulverizando el voto de los partidos políticos que quieren llegar unidos mediante el Frente Ciudadano; desdeñando cualquier denuncia de corrupción; controlando todas las instancias electorales y judiciales para atajar y demeritar las denuncias de fraude; impulsando la campaña sucia en contra de sus principales adversarios; diseñando una estrategia de compra de votos mediante tarjetas bancarias y utilizando los recursos financieros públicos y privados para la compra y coacción de los votos.

Por cierto… A pesar de que en el Estado de México aplicaron una elección de Estado, Alfredo del Mazo tuvo un millón de votos menos que en la elección en la que ganó Eruviel Ávila. Según los priistas, esos votos se fueron a Morena. Así, a pesar del dinero invertido y del uso de recursos públicos, el “modelo mexiquense” no es garantía de un triunfo pleno porque PRI ganó a duras penas en la tierra de Enrique Peña Nieto.

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